El ascensor
-"¿A qué piso va?"
-"Al último."
-"Yo también."
En la pantalla van sucediéndose los números ascendentes: primero, segundo, tercero... Pero curiosamente el contador no se detiene en el último piso sino que continúa, continúa: doce, trece... veintiuno, veintidós... cuarenta y dos, cuarenta y tres... ¿Cómo puede suceder algo así en un edificio de ocho plantas?
-"Pare, por favor, aquí pasa algo raro."
-"Ahora mismo, aquí está el botón de STOP."
La puerta se abre y aparece un desconcertante vestíbulo totalmente decorado en color blanco: paredes, suelo, techos, butacas. Al fondo, una puerta del mismo color que encierra sonidos extraños, como de cánticos infantiles.
-"Mejor nos largamos de aquí, ¿no cree?"
-"Sí. ¿A la planta baja?"
-"Correcto."
Parpadea en el tablero la sucesión de números, esta vez a la inversa: treinta... veintiocho... diez...siete, seis, cinco, cuatro... Pero el ascensor no se detiene en el cero, continúa hasta menos uno, menos dos, menos tres... menos veinte... menos treinta...
-"Pare, pare, por favor, esto no me está gustando nada."
-"Ya está."
Las puertas del habitáculo descubren una estancia totalmente roja, la luz de los óculos del techo tiene ese color. La temperatura es alta hasta límites insufribles.
-"Creo que deberíamos volver, ¿no?"
-"Totalmente de acuerdo."
El elevador se detiene por fin en la planta cero. Cuando se abren las puertas, surge la tranquilizadora imagen de un amplio salón acristalado. Un gran cartel desplegado en la pared anuncia la "Trigésimo Séptima Conferencia Nacional de Damas Defensoras de la Decencia y la Moral". Doscientas ancianas dan buena cuenta de un amplio buffet preparado para la ocasión.
-"Al último."
-"Yo también."
En la pantalla van sucediéndose los números ascendentes: primero, segundo, tercero... Pero curiosamente el contador no se detiene en el último piso sino que continúa, continúa: doce, trece... veintiuno, veintidós... cuarenta y dos, cuarenta y tres... ¿Cómo puede suceder algo así en un edificio de ocho plantas?
-"Pare, por favor, aquí pasa algo raro."
-"Ahora mismo, aquí está el botón de STOP."
La puerta se abre y aparece un desconcertante vestíbulo totalmente decorado en color blanco: paredes, suelo, techos, butacas. Al fondo, una puerta del mismo color que encierra sonidos extraños, como de cánticos infantiles.
-"Mejor nos largamos de aquí, ¿no cree?"
-"Sí. ¿A la planta baja?"
-"Correcto."
Parpadea en el tablero la sucesión de números, esta vez a la inversa: treinta... veintiocho... diez...siete, seis, cinco, cuatro... Pero el ascensor no se detiene en el cero, continúa hasta menos uno, menos dos, menos tres... menos veinte... menos treinta...
-"Pare, pare, por favor, esto no me está gustando nada."
-"Ya está."
Las puertas del habitáculo descubren una estancia totalmente roja, la luz de los óculos del techo tiene ese color. La temperatura es alta hasta límites insufribles.
-"Creo que deberíamos volver, ¿no?"
-"Totalmente de acuerdo."
El elevador se detiene por fin en la planta cero. Cuando se abren las puertas, surge la tranquilizadora imagen de un amplio salón acristalado. Un gran cartel desplegado en la pared anuncia la "Trigésimo Séptima Conferencia Nacional de Damas Defensoras de la Decencia y la Moral". Doscientas ancianas dan buena cuenta de un amplio buffet preparado para la ocasión.
-"Mejor quedarse en el purgatorio, ¿no le parece?"
Autor: Rubén Álvarez . Fuente :El ascensor